El Bosna de Sarajevo confirmó su excelente campaña a base de coraje, ambición, empuje y un baloncesto muy serio que se impuso contra todo pronóstico a la mayor experiencia italiana. Varajić (45 puntos, con 14 de 22 en tiros de dos y 17 de 21 en tiros libres) y Delibašić (30 puntos, con 14 de 23 en tiros de dos) fueron las dos grandes estrellas yugoslavas, que junto con los más oscuros ―pero igualmente prácticos― Radovanović, Bosiočić, Benaček y compañía destrozaron la defensa del Emerson, cuyas grandes figuras (Ossola, Yelverton, Morse) acusaron el peso de los años (sin mencionar la contrariedad de Meneghin, que llegó lesionado a la gran final). Pese a que las diferencias nunca fueron excesivas, el conjunto italiano fue siempre a remolque del Bosna, que con su triunfo inyectó savia nueva en el baloncesto continental.

Pese a que Yugoslavia se había convertido en dominadora absoluta del baloncesto europeo a nivel de selecciones durante los años 70, sus clubes, paradójicamente, aún no habían logrado inscribirse en el palmarés de la Copa de Europa, y tuvo que ser el campeón bosnio de Sarajevo el primero en lograrlo. El triunfo del Bosna, indiscutible a todas luces, fue consecuencia de un juego más cerebral que el de sus rivales. Tras los primeros diez minutos de partido, en ‘los que los yugoslavos llegaron a alcanzar una máxima ventaja de ocho puntos (16-8, min. 4), se entró en una fase muy equilibrada, en la que el Emerson, gracias en buena parte al cambio de Ossola por Colombo, niveló esta desventaja hasta lograr, incluso, ponerse por delante en el marcador (31-36, min. 16). No obstante, un arreón final del Bosna le permitió llegar al descanso con dos puntos de ventaja (45-43).

El segundo tiempo continuó bajo la misma tónica que el primero, es decir, ligeras ventajas del Bosna y continuos empates del Emerson. Cuando, a los cuatro minutos de la reanudación, Carraria fue eliminado por personales, Rusconi se decidió a dar entrada a Meneghin (aún convaleciente de una lesión), que acertó en sus primeros lanzamientos y permitió a los de Varese seguir enganchados al partido. Sin embargo, mediada esta segunda mitad se produjo la eclosión definitiva de Varajić, que comenzó a tirar del carro yugoslavo hasta lograr una máxima ventaja de trece puntos (90-77) a falta de tres minutos para el final. Pese a que Rusconi había ordenado un cambio de defensa zonal 2-3 a individual para iniciar una presión desesperada a toda pista, el esfuerzo del conjunto italiano resultó finalmente inútil ante un Bosna que supo manejar perfectamente los últimos compases del partido.