El Bilbao Basket corta su mala racha, 88-73

Bilbao Basket encontró un respiro largamente anhelado al romper su racha de cinco derrotas consecutivas. Con un pabellón lleno, el equipo bilbaíno consiguió una victoria crucial frente al BAXI Manresa, no solo para escapar de los puestos de descenso, sino también para alcanzar su triunfo número 300 en la historia de la ACB

Zoran Dragic fue el gran protagonista de la noche, brillando como nunca antes lo había hecho con la camiseta negra. Su actuación magistral, que culminó con 24 puntos, fue observada de cerca por su hermano Goran, quien desde la grada se convirtió en un espectador de lujo. Este duelo prenavideño quedará grabado en la memoria como un ejemplo de esfuerzo colectivo, carácter y, sobre todo, el liderazgo de Dragic en el momento más necesario.

El Bilbao Basket salió al parqué con la urgencia propia de quien no puede permitirse un traspié más. Desde el salto inicial, quedó claro que los locales entendían lo que estaba en juego. La intensidad defensiva y el esfuerzo ofensivo colectivo dieron frutos inmediatos: en los primeros nueve minutos, todos los jugadores excepto Domínguez habían anotado, mientras que Manresa dependía únicamente de tres hombres para mantenerse a flote.

La diferencia no tardó en crecer, alcanzando los 13 puntos tras una canasta de media distancia de Jones, quien mostró una versión mejorada respecto a actuaciones anteriores. Al final del primer cuarto, el marcador de 27-15 reflejaba no solo el dominio bilbaíno, sino también la frustración del conjunto visitante, que no encontraba la manera de desplegar su habitual alegría ofensiva.

Ocampo, el técnico del Manresa, no pudo ocultar su malestar ante el arbitraje y fue sancionado con una técnica que terminó de inclinar el ánimo a favor de los locales. Por momentos, parecía que el Bilbao Basket estaba jugando un partido de vida o muerte, mientras que Manresa no lograba adaptarse al ritmo frenético impuesto en Miribilla.

El segundo cuarto trajo consigo una reacción del equipo visitante. Apoyados en el rebote ofensivo y en el talento de Saint-Supery, un joven con descaro y calidad que por momentos rayó en la arrogancia, el Manresa comenzó a recortar distancias. También fue clave la clase de Alston Jr, quien demostró estar a la altura de su apellido, y los lanzamientos certeros de un viejo conocido de la afición bilbaína, Dani Reyes.

En este tramo, el Bilbao Basket se mostró menos preciso y algo precipitado en sus decisiones. La defensa manresana empezó a cortar el ritmo local, sobre todo en el juego de pick and roll, negando el lado fuerte y obligando a los bilbaínos a tomar decisiones apresuradas. A esto se sumaron errores estratégicos, como no aprovechar la acumulación de faltas del rival para buscar más tiros libres.

Javi Frey asumió el liderazgo en un momento en que la ventaja parecía tambalearse. Sin embargo, fue castigado con una antideportiva discutida que generó incertidumbre en la grada. A pesar de ello, el Bilbao Basket mantuvo el tipo gracias a su esfuerzo colectivo, aunque la sensación de peligro seguía latente.

Con el inicio de la segunda mitad, llegó el momento de la verdad. La tercera falta personal de Hlinason encendió las alarmas, pero Ponsarnau decidió mantenerlo en pista, confiando en su capacidad para no comprometerse aún más. Fue entonces cuando Zoran Dragic tomó el control absoluto del partido.

Con tres espectaculares entradas al aro, incluyendo una jugada con adicional tras una falta, Dragic devolvió la confianza a su equipo y amplió la ventaja a 16 puntos. El pabellón vibró con cada una de sus acciones, y el Manresa, incapaz de frenar su ímpetu, comenzó a ceder terreno. Un triple afortunado de Pantzar elevó la diferencia a 21 puntos, sellando prácticamente el destino del encuentro.

Ocampo intentó responder con una defensa zonal 3-2, pero el Bilbao Basket ya estaba desatado. La conexión entre los jugadores locales fluía con naturalidad, y el público en Miribilla disfrutaba de cada jugada como si fuese una celebración anticipada de Nochebuena.

El último cuarto fue un trámite en el que los bilbaínos pudieron relajarse y disfrutar de su superioridad. Por primera vez en semanas, el equipo tuvo diez minutos de tranquilidad, jugando con la confianza de quien sabe que la victoria está asegurada. Fue un desenlace que recordó a las mejores noches de la FIBA Europe Cup, pero esta vez en el exigente contexto de la ACB.