Un rol protagónico en la Copa, son los aficionados que invaden la ciudad de turno cada año, a pesar de que su equipo no participe. Cuando vine por primera vez a realizar la cobertura del evento, fue algo increíble de ver y de entender.
Aquella vez, salí del metro para caminar al estadio; los bares y terrazas estaban repletos de fanáticos con sus casacas y disfraces. Nada raro para mí; pero en un golpe de vista, vi un joven con la del Estudiantes de Madrid. Repasé en mi cabeza los participantes y no estaba. Me acerqué a conversar con él. Luego de unos minutos preguntas y respuestas, caña de por medio, me hizo entender que esta Copa excede a la parte deportiva para él.
Continué camino al estadio, ingresando a los otros bares en búsqueda de la casualidad o confirmar si era así. Para mi asombro no era un caso aislado, camisetas de todos los clubes de ACB o LEB estaban ahí. Es más, casacas rivales sentados en la misma mesa, con clima de fiesta todo el tiempo.
De día se juntaban en la Fan Zone o en el evento del momento. Durante la previa alrededor del estadio. De noche, en cualquier bar que no los echaran por cerrar.
Fueron pasando los días de Copa, y los aficionados de los equipos eliminados tampoco dejaban de ir a los partidos o de participar de la Fan Zone armada en la ciudad. El clima de camaradería aumentaba con la llegada a la final.
Creo que al vivir todo esto, la copa me fue seduciendo para regresar cada año a vivirla. Este año fue Málaga. Veremos como seguirá este “romance” de febrero las próximas citas.