Atenas, abril de 1993, en juego la Copa de Europa de Baloncesto, donde todos los focos se centraban en un Real Madrid arrollador liderados por un imperial Arvydas Sabonis, y en menor medida en la Benetton Treviso, guiados por un fenómeno del baloncesto como Toni Kukoc. Luego estaba el PAOK Salónica, que como jugaba en su país pues también tenía algún crédito para algún aficionado, y por último el Limoges. Nadie contaba con la franceses, nadie, pero, la historia es caprichosa, y nos tenía guardados unos inolvidables días por delante
Era el regreso del Real Madrid a una Final Four después de ocho años, desde aquella amarga derrota ante la Cibona liderada por los hermanos Petrovic. Este Real Madrid llegaba en un momento brillante, con Sabonis habiendo levantado la Copa del Rey y dominando la liga española con una solvencia que recordaba a los días dorados de antaño. Las esperanzas estaban puestas en repetir aquellos tiempos gloriosos con un triplete histórico.
En el otro lado de la cancha se encontraba el Limoges, un equipo que muchos consideraban la sorpresa de la temporada. Los franceses, habituales de competiciones como la Copa Korac o la Recopa, estaban lejos de ser favoritos en una Euroliga dominada por equipos mucho más poderosos. Michael Young, exjugador del Fórum Valladolid, era su estrella indiscutible.
A sus 32 años, lideraba a un grupo compacto y combativo, compuesto por nombres como Jim Bilba, Richard Dacoury y Frederic Forte, todos bajo la dirección de un base tan efectivo como subestimado: el esloveno Jure Zdovc. La presencia de Zdovc era especialmente significativa, ya que su retirada forzosa de la selección yugoslava en 1991 había simbolizado el principio del fin de aquel legendario equipo.
El cerebro detrás del Limoges era Bozidar Maljkovic, un técnico que había cambiado la forma de entender el baloncesto europeo con su paso por la Jugoplastika. Sin embargo, en este equipo francés había dado un giro radical a su estilo, apostando por un juego lento y calculado, diseñado para desesperar tanto a los rivales como al público.
Esta estrategia fue clave para superar al Real Madrid, que perdió los nervios cuando más importaba. Con un marcador de 26-36 al descanso y un resultado final de 52-62, el Limoges se llevó una victoria memorable. Young anotó 20 puntos, varios de ellos decisivos, mientras Sabonis no encontró respuesta ante la férrea defensa de Redden, y Ricky Brown quedó prácticamente anulado. La celebración del Limoges tras el partido fue explosiva, como si ya hubieran ganado el título, aunque aún tenían que superar un último escollo.
En los primeros años de los noventa, el baloncesto europeo estaba dominado por Italia y Grecia, dos países que ofrecían sueldos muy por encima de lo que se pagaba en España. Atenas, la sede de esta Final Four, era el epicentro de una revolución en marcha. Equipos como Olympiakos, Panathinaikos y AEK comenzaban a construir plantillas capaces de competir al máximo nivel, reclutando estrellas retiradas de la NBA y jugadores provenientes de las desintegradas Yugoslavia y URSS.
Sin embargo, en 1993, Salónica seguía siendo un bastión del baloncesto griego. Mientras el Aris se desmoronaba en medio de disputas entre Gallis, Giannakis y la directiva, el PAOK emergía como un nuevo contendiente. Liderado por Panagiotis Fassoulas y Branislav Prelevic, el equipo buscaba alcanzar el éxito europeo.
Prelevic, anotador prolífico con pasaporte griego pero raíces yugoslavas, había demostrado su valía en torneos anteriores, ganando una Recopa al CAI Zaragoza y llegando a varias finales europeas. Junto a Fassoulas, el PAOK contaba con refuerzos de renombre: Cliff Levingston, quien venía de ganar campeonatos de la NBA con los Chicago Bulls; Ken Barlow, un veterano fiable; y Korfas, un base bajito con una mecánica de tiro inusual.
El PAOK enfrentó en semifinales a la Benetton de Treviso, liderada por Toni Kukoc. A sus 24 años, Kukoc era una leyenda en construcción. Tras conquistar tres Copas de Europa con la Jugoplastika y una larga lista de títulos internacionales, el croata había sido fichado por la Benetton en una operación que superó las expectativas del propio Jerry Krause, general manager de los Chicago Bulls. En Treviso, Kukoc estaba rodeado de un equipo de lujo que incluía a Terry Teagle, Stefano Rusconi, Massimo Iacopini y Marco Mian. En un duelo tenso y equilibrado, la Benetton se impuso al PAOK por un ajustado 79-77. Kukoc, que rozó el triple-doble, fue decisivo en el cierre, mientras el PAOK se desmoronaba en los últimos minutos.
La final de 1993 en el Pabellón de la Paz y la Amistad enfrentó a dos estilos radicalmente opuestos: la creatividad desbordante de Kukoc y el pragmatismo implacable de Maljkovic. Los primeros compases del partido fueron un despliegue de genialidad por parte del croata, quien controló el ritmo del juego y encontró constantemente a Teagle, quien sumaba puntos con facilidad.
La Benetton llegó a tener una ventaja de 11 puntos, pero la resistencia del Limoges, liderada por Jim Bilba y Frederic Forte, comenzó a cambiar el curso del encuentro.
En un giro inesperado, Terry Teagle sufrió una lesión que limitó su participación, y el Limoges aprovechó la oportunidad.
Con un parcial de 10-0, los franceses tomaron la delantera en el último tramo del partido. Kukoc intentó mantener a flote a su equipo con varios triples espectaculares, pero la falta de apoyo de sus compañeros fue evidente.
En la última jugada, con la Benetton buscando desesperadamente una victoria, Frederic Forte logró desviar el balón de las manos de Kukoc en pleno lanzamiento, asegurando el triunfo para el Limoges por 55-59.
Ese partido no solo marcó el fin de la etapa europea de Kukoc, sino que también simbolizó un cambio en la forma de entender el baloncesto en Europa. Mientras el croata se preparaba para dar el salto a la NBA, donde brillaría junto a Michael Jordan en los Chicago Bulls, el Limoges celebraba su triunfo como el mayor logro de su historia. El contraste entre la creatividad desbordante y el rigor táctico quedó inmortalizado en aquella noche en Atenas.
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