Por primera vez en la historia, la Euroliga de baloncesto coronará a su campeón fuera del continente europeo. La decisión de llevar la Final Four a Abu Dabi supuso una revolución tanto simbólica como logística. La Etihad Arena, moderna, imponente, repleta de estímulos comerciales y promociones extravagantes —incluidos sorteos de Land Rover diarios— se ha transformado en el epicentro de la temporada. Y en ese contexto entre lo espectacular y lo experimental, dos aspirantes poco habituales al cetro europeo han superado los pronósticos y se han ganado con méritos el billete a la gran final: Fenerbahçe Beko y AS Mónaco
Lo del conjunto turco tiene mucho de redención. Desde su título de 2017, Fenerbahçe ha coqueteado con los grandes objetivos sin lograr alzarse nuevamente con la Euroliga. Esta campaña, sin embargo, ha sido distinta. Sarunas Jasikevicius ha moldeado un equipo que sabe sufrir, que defiende con intensidad, y que se adapta con solvencia a diferentes registros. En la semifinal ante Panathinaikos, vigente campeón, impusieron su carácter: partido rocoso, sin concesiones, de ritmo bajo y lectura madura. El marcador final (82-76) refleja bien el temple con el que supieron cerrar el encuentro.
La figura que emergió con más brillo en esa victoria fue la de Devon Hall, autor de 18 puntos y dueño del ritmo en momentos clave. Pero no fue el único. Nigel Hayes-Davis, imponente por tramos, volvió a demostrar por qué es uno de los aleros más fiables del continente, y Tarik Biberovic, con su crecimiento esta temporada, ofreció soluciones desde el banquillo. El Fener de Saras no deslumbra con un baloncesto poético, pero sí convence desde el compromiso, la concentración y la eficiencia. Este equipo sabe cuándo subir una marcha y cuándo desgastar al rival.
En el otro lado, el Mónaco representa la consolidación de un proyecto ambicioso que lleva años invirtiendo en talento para escalar a la cúspide. Tras las eliminaciones duras en temporadas recientes, esta vez han dado el paso definitivo. Y lo han hecho superando al líder de la fase regular, el Olympiacos, por 78-68 en un partido donde impusieron su ritmo y su energía. Si el conjunto griego es sinónimo de intensidad, el Mónaco los superó en su propio terreno, guiado por un Mike James superlativo que rozó el triple-doble (17 puntos, 7 rebotes, 7 asistencias).
James, en su cuarta temporada en el Principado, está jugando como nunca. Más maduro, más pausado, más generoso en la dirección. No sólo asume la anotación, sino que ha asumido la responsabilidad total del juego ofensivo. A su lado, Alpha Diallo fue una pesadilla constante para la defensa griega: sumó 22 puntos, atacó el rebote, y desbordó en el uno contra uno con autoridad. Fue, probablemente, su actuación más redonda en Europa. El estadounidense con pasaporte guineano ha dado un salto cualitativo enorme esta temporada y llega a la final como uno de los hombres más determinantes del torneo.
La plantilla dirigida por Vassilis Spanoulis no es extensa, pero sí eficaz. El equipo tiene una identidad clara: ritmo, transiciones, y mucho juego vertical. No es un bloque que necesite grandes porcentajes para producir, porque encuentra ventajas desde su actividad. En semifinales, su defensa fue excelente: lograron sacar de zona de confort a un Olympiacos que apenas pudo correr, y ahogaron las líneas de pase durante tres cuartos completos.
La final, por tanto, se presenta como un choque de filosofías. El orden y la disciplina de Fenerbahçe, contra la creatividad y el desequilibrio individual de Mónaco. Jasikevicius buscará cortar las vías de creación de James y llevar el partido a un terreno físico, de juego estático. Spanoulis, en cambio, apostará por el caos controlado, por situaciones abiertas donde sus jugadores pueden atacar de cara, aprovechar los espacios, y correr en cuanto vean oportunidad.
No hay antecedentes entre ambos en una final continental. Será, además, la primera final en la historia de la Euroliga sin presencia española desde 2015, y el título irá a manos de un equipo que, o haga una vez en su historia (Fenerbahce en 2017), o que cumpliría en sueño de proclamarse campeón por vez primera (el AS Mónaco).
Entre las luces del Etihad Arena y las expectativas globales por una final atípica, el domingo, en el desierto emiratí, el baloncesto europeo escribirá un capítulo nuevo. Y uno de estos dos equipos —el Fenerbahçe de Jasikevicius o el Mónaco de Spanoulis— entrará en la historia.


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