El Látigo: Alberto Corbacho, memoria contra tatoos y el corte mohicano

Alberto Corbacho es un jugador fuera de época. Pesa 84 kilos. No es un atleta y eso rechina en el baloncesto actual. El alero del Obradoiro tiene tantos puntos en las manos que cuando mira la hora deja el suelo manchado de triples, sin querer

Tras anotar 6 de 7 en Sar ante el Valencia, campeón de la ACB derrotado en Santiago, centra nuestro basket. Olvidamos pronto. Somos así. ¿Acaso no fue él quien le quitó a Sibilio el récord de triples por partido? Corby no estaba muerto, no, no. Nuestra memoria… sí

Corbacho es el ayer en el hoy. Es larguirucho, no tiene tatuajes, no tiene en cuello de toro, ni brazos hercúleos. En resumen, no hay pesas entre sus amigos, de hecho, tiene amistad con uno de los aleros delgaduchos más grandes de los años 70, Tonecho Lorenzo.

Si yo fuera el representante de Corby lo tendría muy claro: marketing ante la desmemoria. Le tatuaría calaveras por todas partes, le cortaría el pelo al estilo mohicano, le vestiría sudaderas de malote con pantalones raperos y le añadiría un pendiente para sus fotos casual. Así sí sería un killer del siglo XXI pero… Corbacho es distinto. Es casi un perfil de jugador extinto. Habla poco, juega mucho.

No parece eternamente aislado del mundo como esos jugadores que se duchan con los cascos, algunos quizá hasta vestidos.

No, Corby no es de esos. Es más, suele llevar las manos en los bolsillos, cruzar Santiago con su cami de los Warriors (la de Mullin, otro jugón no atleta)… y te puedes topar con él en el tren.

Crucé con Corbacho varios WhatsApp en su oscura época en el Baskonia para una entrevista que intentamos varias veces y nunca salió. Fue una metáfora de su paso por Vitoria Gasteiz en 2015/16, la ilusión de ser llamado por un equipo grande acabó con tanta presencia estadística como quien cuenta las sonrisas de Obradovic (la Euroliga paga un quintal por fotos suyas riéndose).

Corbacho no ha vuelto porque no se había marchado. Nos alegramos muchos de su reciente patidazo con el Obra pero él y su entorno intimo aun más porque, con 33 años, este amante del número 33 (de la NBA vintage) necesitaba un partido así de loco para probar que su lesión del curso pasado tras su destierro vitoriano… no eran la última etapa, ni la penúltima.

Hace un mes, Corbacho no estaba muerto, no, no. Ni lo estaba en 2013 el día que Orenga le convocó para un amistoso de España en Castellón y le dio 28 segundos de juego por caridad, mayúscula falta de respeto a él y al público. Conviene recordar.

Corbacho, tirador, metedor, alero de rachas como todo alero humano, volverá a tener otros grandes partidos, y también regulares y malos. No cambia nada. Es y será siempre un jugón de manual, de los que anota con tres tíos encima porque hacerlo sin defensa… lo hace cualquiera, Y algunos ni así 🙂

Por Xabier Sanmartín C. / Periodista y Asesor de Comunicación en http://www.amplitude.es

Foto:  @AlbertoCorby33