Chicago y Cleveland han sorprendido con un traspaso directo que envuelve a dos jugadores en momentos muy distintos de sus trayectorias. Lonzo Ball, tras dos años marcados por las lesiones y una larga recuperación, abandona Illinois rumbo a Ohio, dejando atrás una etapa en la que los Bulls invirtieron tiempo, dinero y fe para tratar de recuperar su mejor versión
El base, que apenas ha disputado 34 partidos esta temporada con promedios modestos, afronta ahora un nuevo reto en unos Cavaliers que buscan reforzar su dirección de juego y protegerse ante la fragilidad física de Darius Garland. Pese a no haber recuperado del todo su ritmo de antaño, su salud parece por fin estabilizada, y en Cleveland confían en que pueda volver a ser ese creador two-way que encajaría bien en su rotación exterior.
Por su parte, Isaac Okoro desembarca en los Bulls tras una temporada muy discreta en los Cavs, en la que ha perdido peso tanto en temporada regular como en los playoffs. A sus 24 años, el alero sigue siendo una pieza defensiva útil, aunque su desarrollo ofensivo parece haberse estancado. Chicago asume su contrato restante (dos años por algo menos de 23 millones de dólares) y gana algo de flexibilidad financiera, sacrificando, eso sí, al jugador por el que hace apenas cinco meses firmaron una renovación pensando en un renacer competitivo.
En definitiva, un intercambio sin adornos que puede entenderse como un reinicio para ambos jugadores… y un mensaje claro de los Bulls de que la paciencia tiene un límite.
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