Revive las dos copas de Europa de Drazen Petrovic

Por motivo del que sería su 60 cumpleaños, vamos rememorar cuando Drazen Petrovic se convirtió en el amo de Europa liderando a la Cibona a sus dos copas de Europa de forma consecutiva, años 1985 y 1986. La primera ante el Real Madrid, y la segunda en un magnífico duelo ante el Zalgiris Kaunas de Arvydas Sabonis. Crónica y vídeo (muy agradecido al youtube de Natxo Mendaza) de ambas finales para los muy cafeteros del “Mozzart” del baloncesto

Final Copa de Europa 1985 · Cibona 87 – Real Madrid 78 

El Real Madrid no logró conquistar su octava Copa de Europa en Atenas, al enfrentarse al equipo revelación del torneo, la Cibona de Zagreb. El conjunto croata jugó un partido extraordinario, sin dar opciones de victoria al equipo madridista. Este mismo equipo, que dos años antes, en su debut en la Copa de Europa, había quedado último en la fase de grupos sin una sola victoria, se mostró esta vez inalcanzable para el resto de participantes. El principal artífice de esta transformación fue el genio del baloncesto Dražen Petrović, quien con 36 puntos se convirtió en la gran figura de la final. La lógica se impuso, ya que los yugoslavos habían vencido al Madrid en los dos partidos de la liguilla semifinal y previamente en la final de la Recopa de 1982.

El entrenador de la Cibona, Mirko Novosel, dispuso una defensa en zona durante toda la primera mitad, con constantes cambios de asignación y posición para evitar que el Real Madrid dominara el rebote ofensivo. Por su parte, Lolo Sáinz optó por una defensa individual, con ayudas en la marca sobre Dražen Petrović. El marcador se mantuvo igualado durante toda la primera mitad, aunque con ligeras ventajas para la Cibona. El contragolpe madridista no funcionaba como de costumbre, en gran parte debido a que Corbalán, afectado físicamente y con una cojera que se fue agravando a medida que avanzaba el partido, no estaba en condiciones de liderar las transiciones.

López Iturriaga asumió la responsabilidad ofensiva ante el desacierto de Brian Jackson, mientras que Fernando Martín, posiblemente afectado por su lesión de rodilla, se cargó pronto de faltas y no pudo entrar en juego. Esto obligó a Wayne Robinson a multiplicarse en defensa y ataque. A pesar de que el Real Madrid llegó al descanso con una mínima desventaja (39-38), era evidente que el equipo no funcionaba: sin contragolpe, con su mejor tirador (Jackson) fuera de ritmo, y con unos pívots casi ausentes al no recibir balones en el interior.

En la segunda parte, la Cibona volvió a tomar ventaja (47-40), pero en ese momento Jackson despertó y el marcador se ajustó nuevamente (49-48). A los nueve minutos, Fernando Martín regresó a la cancha debido al flojo rendimiento de Romay, pero apenas un minuto después fue eliminado por acumulación de faltas. Aunque el Madrid mostró su carácter y logró mantener la igualdad (65-61), el desgaste físico les pasó factura y quedaron sin capacidad de reacción. La zona de la Cibona se convirtió en un verdadero calvario para los blancos, con los gigantes Andro Knego y Mihovil Nakić dominando en tapones y rebotes. A partir del minuto 33, con el marcador 69-61 a favor de los yugoslavos, el Real Madrid se quedó sin recursos para frenar a sus rivales. Las sustituciones de Corbalán y Jackson por Velasco y Rullán marcaron el principio del fin. Los plavi, liderados por un imparable Dražen Petrović, que anotó 26 puntos en esta segunda mitad, desataron un vendaval ofensivo. Con López Iturriaga limitado por cuatro faltas, el croata hizo lo que quiso en el campo. En el minuto 37, la Cibona alcanzó su mayor ventaja (81-63), dejando el partido sentenciado. Los minutos finales solo sirvieron para que Petrović engordara aún más sus estadísticas, coronando su exhibición con su característico “baile” sobre los rivales.

Final Copa de Europa 1985 · Cibona 87 – Real Madrid 78 

En un partido bronco, duro y descontrolado, la Cibona de Zagreb supo aprovechar su estilo y conquistó su segunda Copa de Europa consecutiva. La final estuvo marcada por la descalificación de Arvydas Sabonis en el minuto 31, tras propinar un puñetazo a Mihovil Nakić en respuesta a una agresión del yugoslavo a su compañero Krapikas. A partir de ese momento, el Žalgiris se convirtió en un juguete roto en manos de los que mejor saben “jugar” al baloncesto: Dražen Petrović y compañía, aunque en esta ocasión el escolta no brilló como en otros encuentros.

Los prolegómenos del partido ya auguraban lo que sería su desenlace. De los 12.500 espectadores que llenaban el Palacio de Deportes de Budapest, cerca de 8.000 eran seguidores de la Cibona, mientras que los del Žalgiris no superaban los 100. Además, el ambiente ya estaba caldeado debido a los incidentes ocurridos en los enfrentamientos previos entre ambos equipos durante la fase de grupos.

Los primeros minutos del encuentro dejaron en evidencia el nerviosismo de ambos equipos, que mostraban mucha precipitación y una mala selección de tiro. Los soviéticos habían preparado un marcaje especial sobre Dražen Petrović, con Krapikas vigilándolo de cerca y la ocasional ayuda de Kurtinaitis. En el otro lado de la cancha, el mejor jugador del Žalgiris, Arvydas Sabonis, era defendido por Arapović, con constantes ayudas del mejor defensor de la Cibona, Mihovil Nakić. A pesar de las provocaciones y fricciones, Sabonis solía imponerse en estas situaciones de dos contra uno, especialmente cerca del aro.

Gracias a esto, el Žalgiris llevó la iniciativa en el marcador, aunque con diferencias que nunca superaron los cuatro puntos (7-11), debido a sus numerosos fallos en los lanzamientos exteriores. Sin embargo, a partir del minuto 9, Petrović comenzó a entrar en juego, logrando sus primeros puntos y permitiendo que la Cibona remontara el partido. En el minuto 16, los plavi ya ganaban por siete puntos (37-30), y justo antes del descanso, Kurtinaitis cometió su cuarta falta personal, complicando aún más la situación para el equipo de Kaunas.

La segunda mitad siguió la misma tónica que la primera: el Žalgiris dependía exclusivamente del juego interior con Sabonis, mientras que la Cibona basaba su juego en sus escoltas y aleros. La ventaja yugoslava continuaba creciendo (54-41, min. 23), aunque los soviéticos, con mucho esfuerzo defensivo, lograron recortar distancias (58-52, min. 26). Sin embargo, llegó la jugada clave que decidió la final. Con un marcador de 68-61 a favor de la Cibona y posesión del balón para los de Kaunas, éstos fallaron el tiro, y en el contraataque Mihovil Nakić se escapó solo hacia canasta. Cuando el yugoslavo iba a anotar, Krapikas le cometió una clara falta intencionada, dándole un fuerte “hachazo”. Nakić se revolvió y le dio un codazo en respuesta, momento en el que Sabonis, que había recorrido toda la pista, llegó y le propinó un puñetazo en el rostro. Los árbitros no dudaron en descalificar al pívot lituano, aunque tardaron mucho más en tomar una decisión sobre Nakić, quien, sorprendentemente, no fue expulsado.

Sin su estrella y mejor jugador del partido, el Žalgiris quedó completamente desmoralizado y la Cibona aprovechó para sentenciar el encuentro. En tres minutos, gracias a un extraordinario Zoran Čutura, los yugoslavos ampliaron la ventaja (74-63, min. 34) y aseguraron la victoria ante un Žalgiris abatido. El partido terminó en un correcalles indigno de una final europea, con provocaciones de ambos equipos y los intentos habituales de humillación por parte de Petrović, aunque ni eso le salió bien en este encuentro.