El Leyma Coruña 2025/26: 1×1 Dídac Cuevas

El Coliseum quería un director con oficio, alguien capaz de manejar el metrónomo del partido sin perder la ambición de morder cuando aparece la rendija. Dídac Cuevas llega para eso: para poner orden cuando el marcador se pone áspero y para acelerar cuando el rival está mal plantado. Base hecho en la escuela del Joventut y curtido en Oro y Plata, conoce la categoría y sus códigos. Su fichaje se entiende como una apuesta por la gobernanza del ritmo: leer, elegir y ejecutar

Cuevas juega al pick-and-roll con vocación de cirujano. No necesita una ventaja enorme; le basta un ángulo limpio. Amaga, fija al grande, da un bote de separación y, en ese segundo, decide: o pocket pass para el roller, o flotadita al centro para que llegue el short roll, o pase bombeado a la esquina cuando la ayuda baja tarde. Cuando el rival cambia, no se precipita: atrae al cinco, obliga a una ayuda y suelta el balón a tiempo. Ese tiempo —no el crono, sino el tempo— es su firma.

A su alrededor, el puzzle del Leyma cierra mejor. Con Thiam como ancla vertical, los Spain P&R ganan sentido: bloqueo, continuación y pantalla trasera para que la defensa decida qué regalar. Con Jacobo Díaz como conector, aparecen las ventajas de segunda lectura: ghost screens, flare a 45° y pases de continuidad que convierten una media ventaja en un tiro limpio. Y con Mencía, la química es de carretera abierta: rebote, salida y ataque al espacio con trailer y segundas opciones.

Su valor no se queda en ataque. En defensa, sin ser un especialista de élite, sube el tono cuando toca: cambia con criterio ante guards de físico similar, niega mano dominante y se aplica en la primera contención para que el bloque ceda centímetros y no metros. En el rebote, compite su posición y, cuando captura, reduce un pase y activa la transición con una inercia que el Coliseum agradece.

El margen de mejora está bien dibujado. El triple —sobre todo en catch&shoot— es el primer renglón: si estabiliza ese 33–36% sostenido con buena selección, la pista se le despeja y su pase gana un segundo extra. El segundo renglón es el cuidado del balón ante defensas que suben líneas o meten traps: una pausa más para castigar con short roll y lado débil. Y el tercero, la finalización en tráfico: floater rápido o descarga antes de que el grande cierre la ventana.

¿Qué cambia para el equipo?
En primer lugar, la sensación de control: con Cuevas en pista, el ataque tiene un punto de seguridad que ahorra rachas de tres pérdidas en dos minutos. En segundo, la profundidad en la dirección: el cuerpo técnico puede alternarlo con Caio Pacheco o emparejarlos para jugar con dos manejadores y abrir la pista a los forwards. Y en tercero, el ritmo emocional del Coliseum: un base que manda señales claras —arriba el puño, calma; dos dedos, horns— ayuda a que todo el mundo llegue al sitio correcto.

Si alcanza sus objetivos de eficiencia y mantiene el AST/TO en estándares altos, Dídac Cuevas será ese tipo de jugador que no monopoliza foco pero hace que todo funcione: el cinco recibe mejor, los aleros tiran con tiempo y el equipo sufre menos baches. Es el perfil que puede cambiar un cuarto en silencio, con pequeñas decisiones encadenadas. Y eso, en una temporada larga en Primera FEB, vale puntos y victorias.

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