La Jugoplastika, una vez alcanzada una madurez extraordinaria, se erigió como un referente respetado en todo el continente. Su última gesta europea se materializó en París en 1991. Sin embargo, tras este triunfo, el equipo sufrió importantes pérdidas que sacudieron sus cimientos. Maljkovic, líder indiscutible, partió hacia el Barcelona, mientras que Radja, Ivanovic y Sobin buscaron nuevos horizontes en Roma, Girona y Aris respectivamente. Estas cuatro bajas esenciales avivaron las dudas que ya habían surgido en años anteriores, pero la determinación de la Jugoplastika seguía intacta, dispuesta a superar cualquier obstáculo
Incluso el respaldo del patrocinador parecía haberse esfumado, cambiando el nombre del equipo a Pop-84. A pesar de ello, los resultados no alcanzaron las expectativas previas. Bajo la dirección de Zeljko Pavlicevic, el equipo logró clasificarse para la Final Four de París con un balance de nueve victorias y cinco derrotas, aunque rivales directos como el Barcelona, el Maccabi o el Aris habían sido un obstáculo en la fase previa. Sin embargo, para los chicos de Split, esto no era más que un pequeño contratiempo. Sabían que en el momento de la verdad, su innegable ADN que les permitía manejar con soltura la presión, sería el camino a seguir.
En las semifinales, Perasovic, Kukoc y Savic tomaron las riendas para derrotar al Scavolini de Pesaro en un partido lleno de sufrimiento. Lo pasaron bastante mal ante un Scavolini que venía con todas las intenciones de dar la campanada. Los italianos entrenados por un jovencísimo Scariolo fueron por delante a lo largo de la primera mitad. Cook y Daye marcaban el ritmo, bien secundado por Magnifico por dentro. Pero esta Jugoplastika está hecha de otra pasta y poco a poco fueron remontando la situación para ganar y meterse en su tercera final consecutiva. Perasovic por fuera y con Kukoc y Savic jugando muy bien sus bazas por dentro fueron las claves de la victoria croata.
En la previa de su tercera final consecutiva, surgió el nombre del ASK Riga, un equipo que había encadenado tres Copas de Europa consecutivas en la década de 1950, siendo el único en lograr la triple corona hasta entonces. Este hecho sirvió como motivación adicional para la Jugoplastika, que veía en ello un desafío aún mayor.
En la final, el Barcelona aguardaba como rival tras vencer al Maccabi. Una vez más, el guion se repetía: caras de pánico en unos, rostros de confianza en otros. El engranaje de la Jugoplastika funcionaba a la perfección hasta el último momento. Toni Kukoc ya drafteado por los Chicago Bulls, MVP de la Final Four, fue el protagonista indiscutible, aunque fue Savic quien brilló con luz propia en el partido final, anotando 27 puntos. Los premios… cosas de los que tienen el poder de votar.
El encuentro fue un reflejo del enfrentamiento de Zaragoza, con la Jugoplastika manteniendo su estilo característico y un Barcelona presionado e impotente ante el genio de los jugadores croatas. A 10 minutos para el final, con Lester y Perasović eliminados, Kukoc obligado a sentarse en el banquillo y Sretenović y Savic cargados de personales, parecía que ese era el momento definitivo para que el Barcelona hubiera dado un cambio de rumbo al partido. Sin embargo no fue así, y los azulgranas no supieron culminar su reacción. Pese a tener que disputar la fase más comprometida del encuentro con sus habituales reservas Tabak, Naglic y Pavicevic, un nuevo estirón del Pop 84 situó el marcador en un ya casi insalvable. La quinta falta de Solozabal a escasos minutos del final selló la suerte del Barcelona, permitiendo a la Jugoplastika alzar al cielo la Triple Corona con un marcador final de 70-65.
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