Para los románticos de la NBA cómo un servidor, siempre habrá un antes y un después de ver jugar a Michael Jordan, Magic, o Larry Bird y compañía dentro de una cancha de baloncesto. Esta gran hornada irrepetible de jugadores fueron los grandes responsables de que toda una generación cómo la mía, se enganchara al baloncesto que se jugaba al otro lado del charco
Un baloncesto que no habíamos visto hasta ese momento. Unos años en el que los duelos Lakers-Celtics o los Bulls del mejor jugador de la historia, fueron unos claros ejemplos de espectáculo. Con el paso de los años, la llama de la gran mayoría de ellos se fue apagando y fue entonces cuando comenzó a surgir otra camada de jugadores, jóvenes aunque sobradamente preparados. Uno de ellos sin duda fue Kevin Garnett.
Pues bien corría el otoño de 1995 cuando un joven Garnett debutaba en la NBA con tan sólo 19 años, con el equipo de su vida, los Minnesota Timberwolves. Kevin tuvo la peculiaridad de ingresar en la liga directamente desde el instituto, sin pasar por la Universidad. Un caso que no ocurría desde hacía 20 años y que fue muy llamativo en ese momento.
Pronto se pudo comprobar que su físico, versatilidad, fuerza no eran propias de aquella época y nos dejaba entrever en qué se convertiría años más tarde la NBA. Sin lugar a dudas fue el padre, por no llamar abuelo de la actual NBA. Una competición que con el paso de los años se convertiría en mucho más física. El concepto de ala-pívot o cuatro con jugadores cómo él o Tim Duncan cambió radicalmente.
“The big ticket” (uno de sus apodos), se mantuvo en Minnesota más de diez temporadas, en el que fue creciendo poco a poco, para llegar a convertirse en un jugador de nivel All Star. Nombrado también mejor jugador de la temporada (MVP), veía cómo año tras año cuando llegaba la hora de los Playoffs, los Timberwolves no daban la talla y la mayoría de veces caían eliminados en primera ronda.
Esa frustación y la búsqueda del ansiado anillo hicieron que Garnett en el año 2007 recalara en los Boston Celtics y junto a Ray Allen y Paul Pierce formaron un Big Three poderoso. Un trío de jugadores que lograron ser campeones en el 2008, derrotando a Los Ángeles Lakers en el que el español Pau Gasol recién había aterrizado en la franquicia angelina.
Después de estar varias temporadas más en Boston y tras un breve paso por los Brooklyn Nets, regresó al equipo de su vida, los Timberwolves, para finalizar su carrera. Su cometido, poder aleccionar a los prometedores jugadores, que tienen los de Minnesota, que bien podrían ser sus hijos.
Garnett está de celebración, ya que cumple hoy 40 años y lo hace dentro de la cancha. Un jugador de leyenda que dos décadas después sigue dando guerra.
Por Jose María Santiago (@jmsantiago33) / Photo NBA Media
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