La paciencia es una virtud muy importante que no todas las personas tienen. En el mundo actual en que vivimos a toda celeridad, es un bien escaso. El deporte de primer nivel es un fiel reflejo de nuestra sociedad, ya que tanto jugadores como entrenadores no disponen de un tiempo prudencial para demostrar sus cualidades. Los resultados mandan y deben llegar a corto plazo. Ahora bien, en toda plantilla siempre existe un jugador que espera su momento, paciente, sin levantar la voz y que está preparado para dar un paso al frente, cuando el entrenador requiere de sus servicios. Es este el caso de Willy Hernangómez
A sus veintiséis años, Willy afrontaba una temporada especialmente clave en su devenir, tanto en la NBA, como a nivel de Selección. Siendo esta su quinta temporada en la liga norteamericana y con los Juegos Olímpicos el próximo verano, debía demostrar que era merecedor de minutos en su nuevo equipo, New Orleans Pelicans. Cierto es que, si exceptuamos su primer año en New York, donde fue incluido en el mejor quinteto rookie de la temporada, su rol había ido a menos en la NBA. El mayor de los Hernangómez, al que se le achaca bajo nivel defensivo, no había tenido la confianza de sus entrenadores y la amenaza de un regreso a Europa siempre sonaba, cada vez que su nombre salía a la palestra.
Los inicios de esta temporada no hacían presagiar nada bueno. En este primer mes de competición, el jugador madrileño era el tercer pívot en la rotación por detrás del experimentado Steven Adams y del joven Jaxson Hayes y su rol era residual, prácticamente inédito. Stan Van Gundy no contaba con él, pero Willy testarudo como pocos, sabiendo que la temporada es larga y especialmente ésta por el Covid, sabía que llegaría su momento.
El momento surgió nada más llegar el mes de febrero. Steven Adams con unas molestias en su pierna izquierda era baja y el pívot español salía de la partida realizando un muy buen partido, con 13 puntos y 11 rebotes en 29 minutos en pista. Tras casi un año sin pisar una cancha en partido oficial, Willy volvía a sentirse jugador de baloncesto.
Su buena actuación no pasó desapercibida por parte de su entrenador y Van Gundy lo ha ido utilizando como pívot suplente en el resto de los partidos que Pelicans han disputado hasta ahora, adelantando en la rotación a Hayes que era el que daba descanso a Steven Adams. Con casi veinte minutos de media, Willy vuelve a sonreír y comienza a sentirse importante en el equipo. Muchas veces ser paciente, testarudo y luchar por lo que quieres, suele dar sus frutos.
Foto: NBC Sports
Redactor · Opinión · NBA · Liga Femenina
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